7 de març 2010

Una entrevista en «El Periódico»

Jordi Puntí: «Quiero que la gente lo pase bien leyéndome»

Gabriel, un camionero salido de la inclusa que recorre la Europa de los 60 y 70 con su flamante Pegaso 1065. Tiene cuatro hijos que, de repente, dejan de saber de él: Christof en Fráncfort, Christophe en París, Christopher en Londres y Cristòfol en Barcelona. Crecen, se conocen y buscan a ese padre en Maletes perdudes (Empúries / Salamandra), la primera novela de Jordi Puntí.

La misteriosa fotografía de la portada del libro, ¿de dónde ha salido?
De internet. Es una secuencia de fotomatón con un hombre que mira a la cámara, se le congela la sonrisa y desaparece, algo que coincide con la historia de Gabriel. Además, reproduce el ambiente setentero que buscaba: pelo largo, traje y corbata.

Los 70 no tienen mucho encanto...
Mis recuerdos de infancia son de los 70. Pero más que recuperar una época, me he esforzado por vincular objetos y memoria, dar sentido a los objetos que Gabriel hace desaparecer de las mudanzas y regala. Uno de los motivos últimos de esta novela es intentar entender qué es ser hijo único. Cuando no tienes hermanos a menudo juegas solo, y das un sentido a las cosas que te acompañan.

¿Es hijo único?
Lo soy. Los hijos únicos más de una vez se preguntan qué harían si tuviesen un hermano. Los cristòfols del libro descubren que lo tienen. Además han crecido sin padre y necesitan llenar este vacío.

Todas las familias convierten en aventuras míticas su pasado, ¿no?
Los relatos familiares siempre embellecen los hechos. Lo que me interesa más es la idea de aventura. Que el lector sienta empatía con los personajes y los quiera acompañar. De aquí la técnica de la novela: quería explicar a un personaje a través de la gente que lo conoce en cada momento, como espectadores que ven pasar una carrera ciclista. La mirada fascinada de los hijos hace que una vida anodina y a la vez inverosímil pase a ser heroica.

¿Por qué ha tardado tanto en llegar esta novela?
Por inseguridad. Por inexperiencia. Porque tenía otras cosas que hacer. Y porque es un libro muy complejo. Hace falta mucha coordinación para explicar 30 años de vida de 30 personajes en cuatro países.

¿Qué reconocerán los lectores de sus cuentos en la novela?
Una misma mirada moral. Pero encontrarán más inclinación hacia la alegría y el optimismo, hacia el placer de explicar historias. Una apuesta por el instinto fabulador, por explicar historias, inventar personajes y dar un sentido a sus vidas. Lo que quiero es ser leído, que la gente se lo pase bien leyéndome. Nada de trascendencia, o de fijar una obra.

Su libro se publica a la vez en catalán y traducido al castellano. ¿No es la de la literatura catalana traducida en España una batalla perdida?
Es más difícil difundir un libro en castellano dos años después de la publicación en catalán. Salir a la vez suma. Es cierto que hay que luchar contra fuertes prejuicios. Pero creo que este es un libro universal. Transnacional, mejor.

©  Ernest Alòs, El Periódico,  23 de febrero del 2010.

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